Como ocurrió en la antigua
Grecia con Las Amazonas, Guayana tuvo una tribu formada solamente por mujeres
que a lo largo de sus vidas llegaron a ser arqueros aguerridas para sobrevivir al acoso de los varones que pretendían
poseerla o raptarlas.
Esa tribu que Eduardo Oxford López ubica en las
inmediaciones del Kukenán, tepuy de donde se desprende el segundo salto de agua
más elevado de Venezuela después del Salto Ángel en la meseta del Auyantepuy,
estaba integrada por mujeres Arekunas que es una rama proveniente de Guayanos
confundidos con Pariagotos. Los Guayanos
a su vez provenientes de la familia lingüística
Arukas que según Lino Duarte Level fueron los primeros en llegar a la
cuenca del Orinoco, venidos del Sur del continente, mucho antes que los Caribes.
Los Arekunas, lo mismo que los Guayanos, eran de carácter
manso y con disposición a la vida de familia, muy hospitalarios y de buena
índole. Recibieron generosamente a los
europeos, pero a causa del mal trato se les rebelaron muchas veces.
Uno de esos europeos, solitario, extraviado, o seguramente
alejado del conjunto de su expedición por cualquier circunstancia o motivo
personal, llegó y pidió cobijo en la gran familia de los Arekunas y como
generalmente sucede en la historia de las relaciones en cultivo, se enamoró de
una atractiva Arekuna que al parecer le correspondió a primera vista. Ambos se
casaron conforme al ritual cultural de la etnia y levantaron tienda aparte,
pero cercana a la churuata mayor de la numerosa familia.
Más temprano que tarde, el europeo se aburrió de Mareselva
como se llamaba su esposa y comenzó a seducir a otras adolescentes suscitando
celos que activaron los instintos primitivos de su mujer un día en que
inexplicablemente amaneció imitando el canto del pájaro Cristofué.
Cuando iba dispuesto a zambullirse ese día en un remanso del
río donde retozaban bulliciosas y alegres las adolescentes parientes de su
mujer, cayó mortalmente herido de un flechazo disparado de alguna parte umbrosa
del bosque.
Mareselva se hizo responsable ante el anciano mayor de la
tribu y debió aislarse muy lejos de la comunidad. Lo hizo respaldada y acompañada por casi todas las mujeres coetáneas de su
generación. Se internó en las
inmediaciones del Kukenán y allí levantó lo que la leyenda recogida por Oxford
López identifica como “El pueblo de las mujeres”.
Se cuenta que las mujeres se hicieron aguerridas arqueras
que domesticaban y montaban caballos, caballos
extraviados de los españoles que se habían multiplicado en la
selva. Esto hizo que surgieran
especulaciones, interrogantes en el
sentido si acaso no serían las Amazonas que dijo el capitán Francisco de
Orellana haber visto cuando exploraba el Río Grande, también llamado
Marañón. Dice la historia que el 3 de
junio de 1542 Orellana encontró Río Negro y, tras abandonar la desembocadura
del Madeira y, poco después, la del Tapajós, llegó a finales del mes de junio
al legendario señorío de las amazonas, que dio nombre al curso fluvial, el
llamado río Grande de las Amazonas. Los expedicionarios prosiguieron el viaje
hasta su llegada al Atlántico en agosto del mismo año. Desde allí Orellana se
dirigió con sus hombres al golfo de Paria, en tierras venezolanas, y tras una
breve estancia en Cubagua y Santo Domingo, partió hacia España para comunicar a
la Corona el
descubrimiento de estas tierras..”
Algunas autoridades
creen que el río recibió el nombre Amazonas
en recordación de las mujeres guerreras de la mitología griega que se creía que
existían en la región.
En la mitología
griega, las Amazonas eran una raza de mujeres guerreras que excluían a los
hombres de su sociedad. Las amazonas tenían ocasionalmente relaciones sexuales
con hombres de los estados vecinos, y mataban o enviaban a vivir con sus padres
a los hijos varones que parían. Las niñas eran entrenadas como arqueras para la
guerra.
La leyenda
divulgada por Oxford López afirma que la gran tribu de mujeres Arekuna no
aceptaban hombres en su comunidad sino tres días seguidos una vez en el año,
suficiente según su filosofía de vida para cumplir con el instinto de la
maternidad. Sólo criaturas de su género
tenían vida y permanencia en la tribu, los varones eran devueltos a sus padres
y en todo caso entregados la suerte del abandono y la muerte.
Al final, el pueblo
único de mujeres de la Guayana
se extinguió de la faz del Kukenán debido a las zoonosis posiblemente y a las guerras en que se veía
comprometido contra los caribes que pretendían someter a las mujeres a los placeres de la carne.
Esta leyenda
atribuida a los Arekunas y de la cual nunca hizo mención el novelista José
Berti, tan estudioso y divulgador de es cultura indígena, tiene parecido
sustancioso con la mitología griega de las Amazonas.
Muy buen aporte, felicidades. Yo escribí una entrada del Kukenan hace unos meses y es incríble que muy pocas personas lo conozcan, pero da gusto que una vez lo hacen les encanta sus historias. Esta no la conocía. Saludos.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por esto! Es increíble que solo exista una entrada sobre esta historia, solo había conseguido las de Grecia. Felicidades, estaré rebuscando historias en su blog.
ResponderEliminaresto hasta ahora lo habia escuchado de personas ancianas hace 25 años aproximadamente en las riberas del rio caroni y por mineros.
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