Un espanto que tiene la humorada
de aparecer a ciertas horas nocturnas en el viejo Tumeremo para molestar a los
dueños de fincas arriándoles el ganado. Asimismo, llega hasta las puertas de
las casas e insulta a sus habitantes, o se mete en ellas y se apodera de las
mecedoras donde comienza a moverse violentamente sin que desde luego se vea
otra cosa, sino el mueble agitado por la atormentada y singular ánima en pena.
Así, y como
una conseja, lo cuenta Rómulo Gallegos en su novela Canaima, en la que también
refiere la leyenda de Agustín Parasco, paciente y perenne carrero de un convoy
invisible que viajaba de noche dejando por los malos pasos de los barrizales el
carril bueno a seguir.
En cierta
ocasión, intrigado por lo que leí en la novela, le pregunté al poeta Argenis
Daza Guevara, nativo de Tumeremo, y me recomendó hablar preferiblemente con su
madrina Sobella Cárdenas de Salazar. Ella me dijo que muchas veces ostentó de
valiente y se fue a La Carata
en busca del muerto que salía, para retratarlo con su 6x9, una cámara alemana
Zeiss Ikom, pero, nunca apareció, tal vez como ocurría con el profeta Enoc, le
temía a los fotógrafos.
El Profeta
Enoc, misterioso personaje que estuvo peregrinando por Guayana en tiempo de la
humareda (1926), no pudo ser retratado por Isidro E. Rebolledo, uno de los
mejores fotógrafos de la primera mitad del siglo veinte. Por más fotos que le
tomaba nunca salía. El único que lo aprehendió sobre un lienzo, dibujándolo a
creyón, fue el Juez de Tumeremo, Francisco Daza Carmona, el padre de Argenis. A
la imagen delineada comenzó a venerarla después la gente de El Manteco, en una
capilla que le construyeron.
De manera que
Sobella, la primera en establecer un estudio fotográfico en Tumeremo y quien
aseguraba haberse curado un cáncer con infusiones de llantén, concluyó sus
visitas a La Carata ,
muy desilusionada y casi convencida de que el Hermano Penitente, como entonces
le decían al muerto, era una patraña inventada por alguien para divertirse con
la ingenuidad de la gente.
Pero patraña o
no, lo cierto es que Fray Inocencio de las Antiguas, párroco de Tumeremo, se
aprovechaba de la conseja para obligar a cumplir los sacramento de la Iglesia a quienes temían o
alguna vez sintieron o vieron al espectro, tal como ocurrió con el llanero
Manuel Serrano y que el escritor Ángel González Rivas recoge como anécdota en
su libro “Tumeremo, embrujo guayanés”.
Manuel
Serrano, quien vivía y trabajaba como llanero, se dirigía a la finca una noche
de truenos y relámpagos, cuando otro jinete de procedencia desconocida lo
alcanzó para trotar a su lado. Montaba un caballo fogoso como el suyo. Su porte
era inquietante, catire, alto, de cara redonda, nariz aguileña, sombrero alón,
vestido de liquiliqui y luciendo polainas de charol.
-Buenas
noches, compadre –se presentó y con la misma frase le respondió Manuel Serrano.
-¿Qué rumbo
lleva, compadre? – Preguntó el Catire y Manuel contestó:
-Voy rumbo a La Carata.. .siempre con Dios
y la Virgen
Bien le valió
el complemento invocatorio de Dios y la Virgen , pues el jinete desconocido se estremeció
y desapareció en medio de la tempestad como alma que lleva el diablo, mientras
Serrano, avasallado por el pánico, espoleó su cabalgadura y desesperado
arrebató al tiempo el freno de la distancia.
Mudo y
temblando llegó Manuel a su casa e intuyendo lo ocurrido, su mujer enteró y llamó a Petra, su vecina inmediata,
y ésta le respondió: “Voy para allá, pero no prenda la luz comadre, mire que
está espantao”, Petra llegó al instante con un Crucifijo que colocó sobre el
pecho del paciente. Luego rezó el Padre Nuestro y otra oración que se estila
para estos casos. Entonces Manuel reaccionó y contó detalladamente lo que le
había pasado.
---¡Si no es
por Dios y la Virgen
me lleva el Muerto de La Carata ,
Comadre!
Al día
siguiente muy temprano visitó al padre Inocencio de las Antiguas, quien le
sugirió terminar el concubinato casándose por la iglesia, lo cual hizo y, sobre
la marcha recogió sus cosas y se mudó de
la finca.
La escritora
Lucila Palacios, en su libro “Espejo Rodante” cuenta entre las leyendas que
impresionaron su infancia ésta la del Muerto de La Carata. El fantasma le
asustó una noche en que su padre Timoteo Carvajal hablaba del asunto con el
historiador Bartolomé Tavera Acosta y el poeta Martín Matos Arvelo. De esta
manera se enteró de la casa de campo en el interior de Guayana donde “se
empezaron a sentir cosas raras: un rumor de pasos, silbidos, movimiento de las
puertas y muebles, caballos relinchando muy cerca del sitio en donde los viajantes
permanecían reunidos para ser testigos del fenómeno”.
Según la
versión recogida por la escritora, el personaje se sentía que llegaba y dejaba
su corcel en la caballeriza de la finca, luego entraba al corredor de la casa,
pasaba junto a los visitantes, hacía balancear un viejo mecedor de esterilla,
fumaba, el mecedor se detenía y se
escuchaban de nuevo unos pasos en dirección a la caballeriza. Y de nuevo era el
trote, pero en sentido inverso, pues se alejaba de La Carata.
el muerto de la carata I
ResponderEliminarsi es asi
Eliminaray que miedo :(
ResponderEliminarJEJEJEEE MI PADRE SIEMPRE DECIA... SALES MÁS QUE EL MUERTO E´LA CARATA!!!
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