El
Chaman es el arbitro moral de la comunidad, “encarna la concepción del mundo
del grupo y ejerce funciones de control social.”
Su
formación esta pautada dentro de normas institucionales y generalmente son
voluntarios quienes se inician en la práctica del chamanismo bajo la
supervisión de un maestro que durante años los va formando e imponiéndoles
restricciones dietéticas, sexuales y sociales indispensables para llegar a
consumar lo que ellos llaman “el vuelo mágico” lo cual alcanzan mediante el uso
de sustancias psicotrópicas, esencialmente el Yopo y Tabaco.
El Yopo se prepara con las semillas o habas
negras de la vaina del árbol del mismo nombre.
Estas se tuestan y trituradas se convierten en un poderoso alucinógeno
natural. Los indios Piaroa entre canción
y canción, todo un ritual, preparan el famoso polvo. Otras tribus lo humedecen, fermentan y mezclan con limaduras de caparazones de
caracol. Una vez seca la mezcla, se pulveriza finamente y se administra
mediante un tubo largo introducido a una fosa nasal en cuyo otro extremo otra
persona sopla fuertemente para hacer llegar el polvo a la nariz. Otra manera consiste en esnifar el Yopo
ya preparado a través de una pipa que no es más que dos huesos huecos que se
colocan en la nariz para esnifar.
Algunas tribus
utilizan tabaco como aditivo del Yopo y otros utilizan plantas de la
familia Virola. Sus efectos se presentan casi instantáneamente después
de la primera aspiración y duran 15 minutos como máximo.
El Tabaco que cultivan, parte de su uso cotidiano, es
un elemento propio del ritual Chamanístico Panare o E¨ñapa. La consunción del
jugo del tabaco verde es una de las pruebas a la que se somete el neófito
durante el proceso de iniciación, mientras que el humo del tabaco fumado
constituye uno de los instrumentos empleados por un Chamán consumado para
diagnosticar males y emprender su curación.
A un Chaman propiamente dicho se le atribuyen poderes
para controlar los elementos ambientales y las fuerzas sobrenaturales,
convertirse en intermediario ante el amo de los animales, transmigrar,
diagnosticar y curar enfermedades así como causarles y llegar a generar la
muerte.
El Chamanismo de la etnia Panare es una institución
respetable que trasciende sus fronteras. Es según la antropóloga María Eugenia
Villalón, un punto de articulación fundamental entre la sociedad indígena y el
mundo criollo que le rodea. En efecto,
recalca ella, el Chamanismo es quizá la única práctica indígena que el criollo
respeta, utiliza y teme y ante la cual reconoce abiertamente su inferioridad y
desventaja. Recíprocamente, es a través del Chamanismo (y del temor que este
despierta) que el Panare puede conservar cierta ascendencia en esa sorda pugna
donde dos mundos opuestos y altamente dispares se encuentran y miden fuerzas:
la superioridad material de uno mitigada por la superioridad mágica del otro.
La relativa ventaja que el conocimiento chamánico le otorga al Panare es un
elemento fundamental al proceso de definir identidad y equilibrar valoraciones
sociales: refuerza la autoestima del Chamán y su grupo, incrementa el prestigio
de la profesión y perpetúa el monopolio indígena sobre las fuerzas arcanas.
Según
la antropólogo Villalón, los Panare bajo el adoctrinamiento de los misioneros de
las Nuevas Tribus han terminado por identificar la figura del Cristo y sus
poderes con la figura del Chamán. Se entiende que hay un proceso para hacer que
un indio como el panare termine rompiendo con su cultura religiosa ancestral
para asimilarse a otra. Los misioneros
de las nuevas tribus ejecutan una estrategia de adoctrinamiento en dos
direcciones simultáneamente: el desprestigio de chamanismo y la agresiva
introducción de la mitología cristiana.
La antropóloga sostiene en un trabajo de investigación
que aunque la labor del misionero es efectiva en cuanto lograr que el panare
abandone la cultura ancestral del chamanismo, en el fondo aun con la religión
de cristo encima, el chamanismo continúa funcionando. Explicado gráficamente
diríamos que el árbol ideológico del chamanismo no queda afectado en sus raíces
sino en su fronda, cree entender que verdaderamente solo se produce una sólida
e irreductible asociación entre la figura de dios y del Chaman.
Entre los indio Panare la satanización del chamanismo
por parte de las Nuevas Tribus se centra en el desprestigio chamán, más que en
la negación de sus poderes, de cuya existencia los evangélicos están
convencidos salvo que los definen como manifestación satánica.
Pero los Panare podrían negar tal perversidad
aduciendo que el Chaman al igual que Cristo o dios cura enfermedades y castiga
a quienes hacen mal. Evidentemente que al Panare frente al persistente discurso
evangélico se le presenta un conflicto que determina en el un nuevo
comportamiento.
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