El nombre Tomasote responde al de
un personaje de leyenda, pero con una historia que la curiosidad literaria del
general de la Guerra
Federal , Miguel Figuera Montes de Oca, aproxima a la realidad
en su “Miscelánea Histórica” que el ingeniero Ennio Rodríguez puso en nuestras
manos.
El valle de San Antonio de Upata
está rodeado de numerosos cerros. El doctor Eduardo Oxford contó ochenta y dos,
todos con sus respectivos nombres, incluyendo el Guacarapo, donde se encuentra
un manantial que antes servía al acueducto del pueblo; Chirica, con una
profunda cueva escalonada y galerías; Algarrobo, en el que existe una piedra
como cortada a bisel con una entrada de gradas naturales que conduce hacia una
antigua mina fraileña, y el Cerro de Tomasote.
Tomás Caurina,
llamado “Tomasote” por su estampa dominante de hombre alto y fornido, era indio
guayano nacido en San Lorenzo, en las faldas del cerro El Corozo, donde son realmente espectaculares las noches
de Luna llena. Yo pasé unas cuantas allí
en compañía de una gran amiga, Damelis Valdés, candidata a Reina del
Bicentenario de Upata.
La historia de
este personaje se sitúa en los años finales del gobernador de la Provincia de Guayana,
Felipe Iniciarte, quien se frustró en su ensayo de secularizar las misiones
capuchinas catalanas de la cuenca del Caroní.
San Lorenzo
estaba adscrito a la Misión
de San José de Capapui, fundada en 1733. Los indios de acuerdo con el sistema
de vida y catequesis establecido por los misioneros, trabajaban tres días a la
semana y durante cuatro horas por la mañana en las siembras o hato de la
comunidad, devengando su salario. Por la tarde, y en los restantes días, se
ocupaban de sus propias siembras y pastorear algún ganado si lo tenían.
La custodia de
las misiones estaba a cargo de una guarnición de 400 soldados y oficiales
aproximadamente, dependiente de los comandos de Angostura y los Castillos de
Guayana, aparte de los corregidores y jueces de paz.
Tomasote,
casado por la iglesia con la india Ana Cari, estaba adaptado a este sistema de
vida como pareja cristianamente adoctrinada aunque últimamente más era el
tiempo que pasaba en el hato de la misión debido a que se había adiestrado como
llanero y exhibía fuerza y habilidad para lidiar con las bestias y el ganado.
Por esa condición la autoridad misional lo procuraba, aunque jamás pudo evitar
el drama desencadenado después de las fiestas patronales de San Lorenzo.
El día de San
Lorenzo es el 10 de agosto y los pariagotos del Corozo y Capapuy lo celebraban
juntos con sus hermanos venidos de las misiones de San Francisco de Altagracia
y Santa María. También venían españoles de la Villa de Upata y no podían faltar los hombres de
uniforme, entre ellos el capitán Fernán Yánez, siempre atraído por las indias
buena-mozas de las que no escapaba Ana Cari, la mujer de Tomasote, a quien
nunca había podido abordar debido al celo de su esposo y de los frailes.
Tampoco en
aquella festividad comunitaria del 10 de agosto de 1812 había podido acercarse
a la joven compañera del indio Tomasote por lo que encontró en su detención
policial caprichosa la manera de hacerlo y así un día, en la propia villa de
Upata, cuando Ana Cari vino a indagar lo que pasaba, entre maniobras y engaños,
el Capitán la hizo forzadamente suya.
Tomasote,
después, libre por gestión del Padre Gaspar, no tardó en saberlo de los propios
labios de su mujer como tampoco, a través de su indignante protesta, la
autoridad misional, quién elevó quejas y logró, si no un castigo ejemplar, por
lo menos, la orden para que el Capitán denunciado retornara a su guarnición de
origen. Pero, antes de que la transferencia se materializara, Tomasote se armó
de bríos afilando su mejor arma y siguiéndole pacientemente su huella nocturnal
al Capitán, lo emboscó en un paraje de recuas donde al día siguiente lo
encontró un grupo de labriegos, yaciente sobre un manto de sangre opacando la
lozanía de la yerba.
Tomasote no
abrigaba la intención de cobrar de esa manera el agravio pues gravitaba sobre
su moral religiosa la prédica constante del fraile permanente de la misión. Lo
indujo a hacerse justicia por su propia mano el suicidio de su mujer a causa de
una ingestión del yare que había sido extraído de una yuca amarga destinada
para el casabe y contra el cual no pudo, a manera de antídoto, el guarapo de
papelón en abundantes dosis.
Pero si la Misión de San José de
Capapui comenzaba a padecer el drama de Tomasote, la Misión de los Dolores de
Puedpa hacía meses que venía sufriendo al mulato Patricio Alcocer, quién había
reunido en torno suyo a una banda de saqueadores de haciendas particulares y de
las misiones. A esta banda se incorporó
más tarde el Indio Tomasote, pero la banda fue liquidada en el hato El Platanal
de don José Odremán. Tomasote y Patricio escaparon y fueron a refugiarse después
de cabalgar durante toda la noche del 7 al 8 de febrero de 1813, en la gruta de
los Chaguaramos conocida hoy como el Cerro de Tomasote.
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