Podríamos imaginar que la
Gran Presa de Guri es un presagio de la
etnia Arecuna revelada a través de una leyenda –La
Muralla del Colibrí- que recoge muy bien el novelista
tovareño José Berti.
Los arecunas imaginaron en su tiempo más primitivo un ser
extraño con una fuerza letal descomunal que sentado en el centro de una curiara
remontaba el río disparando rayo fulminantes.
Paradójicamente el Colibrí, el más diminuto de los miembros de la
avifauna del planeta, pero dotado de una gran fuerza impulsiva, de una
notable velocidad de aleteo, con capacidad para la suspensión y el vuelo hacia
delante o atrás con precisión increíble.
Para dar objetivamente una sensación plástica de su fuerza
lo concibieron hiperbólicamente como un Colibrí gigante con su corte de remeros
igualmente gigantes, y tan gigantes que en vez de remos utilizaban sus propios
brazos hendidos en el agua para remar o impulsar la navegación de su nave río
arriba.
Pero ese Colibrí tenía que ser controlado para que su fuerza
electrizante y letal no los fulminara, es decir, había que impedir que subiera
hasta el pueblo para lo cual concibieron
la construcción de una muralla (Tucuy Endaquená) entre una ribera y otra del
río para que los rayos del Colibrí se reflejaran allí.
Refiere la leyenda
que los arecunas fueron sorprendidos por la presencia de bogadores gigantes de
una inmensa canoa remando con largos y fuertes brazos y en el centro un colibrí
descomunalmente grande que “se volvió hacia la cima del collado donde se
hallaban los indios y brotaron de sus ígneos ojos dos líneas de luz que
deslumbraron a los pasmados espectadores; los que tuvieron la desgracia de ser
envueltos por la luz letal cayeron retorciéndose, gritando, con horribles
convulsiones que terminaban con la muerte”.
Los sobrevivientes
requirieron el apoyo voluntario y material de
los moradores del Carao, Antabare y Chivao y comenzaron a construir una
gran presa sobre el río para protegerse del misterioso enemigo. Sin embargo, cuando se hallaban en plena
faena fueron nuevamente atacados por el misterioso colibrí de ojos fulminantes.
-¡Tucuy Yepui
(Viene el colibrí)
Narra José Berti en
la página 234 de su novela “Espejismo de la selva” que “sobre la quieta
superficie del río, impulsada por los remeros silenciosos, la temida canoa se
acercaba lentamente, con el inmóvil colibrí en el centro, erguida la cabeza,
coronada de luminosa diadema; fue tan grande el estupor, el pánico se apoderó
de los indios, que ni siquiera intentaron escapar. Paralizados, se reconvirtieron en piedra bajo el intenso
fulgor de la mirada”
El profesor Juan
Ramón Suárez Zambrano, en su ensayo sobre la obra de Berti, señala que ese mito
arecuna es similar en gran manera al mito grecolatino de la gorgona Medusa.
Medusa tuvo dos hijas, ambas criaturas
terroríficas, parecidas a dragones, cubiertas de escamas doradas y con serpientes
en lugar de cabellos. Tenían alas fuertes, rostros redondos y horribles,
dientes como colmillos y siempre llevaban la lengua fuera. Vivían en lo más
lejano del océano occidental, temidas por las gentes, ya que volvían de piedra
a todo el que las miraba.
Dos de las gorgonas, Esteno y Euríale,
eran inmortales, mientras que Medusa era mortal. El héroe Perseo, joven galante
pero insensato, se ofreció a matarla y volver con su cabeza, lo que hizo con la
ayuda de Hermes y Atenea. De la sangre de Medusa surgió Pegaso, el caballo
alado engendrado por Poseidón.
Suárez Zambrano considera que los dos relatos míticos,
el Arecuna y el Grecolatino, refuerzan el carácter narrativo de la obra de José
Berti y brindan una riqueza cultural – informativa al lector. Ficción con esencia en lo verídico. Patrimonio de una cultura con simbología a lo
representativo regional y nacional. Folclore aborigen que permite a Berti
establecer una empatía entre el pasado histórico con el presente histórico
vivido.
Supone Suárez Zambrano que los personajes que actúan
en “Espejismo de la selva” son seres fabulados por la imaginación de Berti,
pero que seguramente no escapan de los prototipos de una realidad. Mestizaje de culturas contrapuestas aparecen
en sus escenarios; los civilizados habitantes de la selva venidos de las urbes
con fines de enriquecimiento, y los incivilizados aborígenes, raza débil,
siempre subyugada por el blanco. Etnia
dominante y dominada, cuyos valores morales contrastan en torno a la naturaleza. Es decir, la tesis civilización barbarie
continúa vigente.
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