Sebastián Belalcazar
De Quito nos vino El Dorado en la
imaginación de Benalcazar y es que hasta
los años treinta y seis (1536) no se
supo, ni se había inventado este nombre del Dorado, porque ese año lo impuso el
teniente general Sebastián Belalcázar y
sus soldados en la provincia y ciudad de Quito (Fray Pedro Simón).
Belalcázar
es un pueblo de la provincia de Córdoba, España. Allí, en el seno de una familia de labriegos,
nació Santiago Moyano y, a la edad de quince años, se fugó de su casa y andando y andando llegó a Sevilla, donde
Pedrarias Dávila, un osado navegante de ultramar, preparaba una
expedición. En ella, hacia Panamá, se
alistó Santiago y adoptó como apellido el nombre de su pueblo y con ese nombre
de Santiago de Belalcázar inició su carrera hasta los confines del
Dorado.
Muy temprano obtuvo el grado de
capitán. Bastó con demostrar su arrojo
moneando hasta la copa de un gigantesco árbol, desde donde pudo divisar un
punto habitado en medio de la confusión de una selva intrincada en la que los
expedicionarios se hallaban atrapados.
Después, acompañó a Diego de Almagro y
Francisco Pizarro en una excursión por el istmo. De aquí pasó a Nicaragua, asistió a la
conquista de León y fue nombrado su primer Alcalde. Más tarde, desde el Perú, fue requerido por
Pizarro para incursionar en San Miguel de Piura y, siendo gobernador de esta
villa, supo que Pedro de Alvarado intentaba conquistar el reino de Quito, por
lo que se le adelantó junto con Diego de Almagro, pues estaba enterado de que
había surgido una coyuntura favorable para tal empresa en virtud de la
rivalidad existente que consumía a Atahualpa y Huáscar, entre quienes el
soberano inca Huayna Cápac había dividido su reino. Al final, Atahualpa hizo ejecutar a su
hermano Huascar para quedarse con todo, pero el reino le duró poco pues a pesar
de la gran resistencia de Rumiñahui, uno de los mayores guerreros del inca,
Quito cayó en manos de Belalcázar y Almagro, quienes aparecen como los
fundadores de San Francisco de Quito, 6 de diciembre de 1534, sobre el mismo
valle donde estaba la ciudad indígena.
Especulaciones históricas sostienen que
la orden dada por Atahualpa para eliminar a su hermano Huáscar, nunca fue
cumplida y que éste, con su gran tesoro, huyó internándose en las mansiones verdes del norte siguiendo
el curso del Marañón y la
Orinoquia e instalándose con su corte en un misterioso punto
geográfico entre la sierra andina y Guayana.
Ese punto, llamado Manoa por los conquistadores, trascendió como una
ciudad dorada. Dorada por su Rey o Señor
que se empolvaba de oro mezclado con resina (trementina) extraída de una
conífera.
Lo cierto es que siendo Sebastián de
Belalcázar gobernador de Quito y
deseando conquistar nuevos territorios, se orientaba interrogando a indios
venidos de otros lugares. Así, interrogó
a uno que le contó lo del Dorado. El
misionero Pedro Simón, cronista de Indias, en “Noticias Historiales de Venezuela”, escrita entre 1604 y 1623,
cita la versión del indio forastero en estos términos. ¨ Que un señor entraba en una laguna,
que estaba entre unas sierras, con unas balsas y el cuerpo todo desnudo y
untado con trementina, y sobre ella, por todo el cuerpo cuajado de polvos de
oro, con que relumbraba mucho ¨
Hasta entonces (1536), dice el
misionero franciscano, no se conocía el vocablo
¨ ni se había inventado el nombre del Dorado porque este año lo
impuso el teniente general Sebastián Belalcázar y sus soldados en la provincia
de Quito ¨ y suponiendo que se trataba de un lugar territorialmente
definido, lo identificó como Provincia de El Dorado. Desde ese momento, tanto el nombre como la
leyenda aguijonearon el espíritu
aventurero y codicioso de los hombres que arribaban al Nuevo Mundo.
Belalcázar no perdió tiempo e
inmediatamente organizó una expedición de 300 hombres a su mando en busca de la
misteriosa ciudad y así andando penetró
en Colombia y colonizó la región meridional, exploró parte del valle de
Cauca y creó las ciudades de Cali y Popayán (1536), atravesó la cordillera
central, llegó al valle del Magdalena y luego subió a la conquista de la meseta
de los chibchas donde ya se había adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada y
fundado Santa Fe de Bogotá el 6 de agosto de 1538. Posteriormente llegó Nicolás Federman y en
reunión de los tres, Belalcázar informó
de lo realizado en el curso de su
expedición y de cómo su propósito fundamental consistía en poder dar con el
rico reino de El Dorado.
Después de la fundación de Bogotá, Federman, Jiménez
de Quesada y Belalcázar decidieron marcharse a España, para dar cuenta de sus
expediciones y conseguir del Consejo de Indias la delimitación de sus
respectivas provincias. Desde entonces,
puede afirmarse, que comenzó a rodar por el mundo el mito de El Dorado.