Trina,
la madre de los Tomedes, toda una generación de músicos, me habló en cierta
ocasión de ese enigmático personaje “La Llorona ” que al
parecer no sólo es patrimonio de los bolivarenses sino del oriente venezolano.
Ella, quien ejecutaba muy bien la
guitarra, a la que consideraba el mejor instrumento para deshacerse de los
espíritus malos o traviesos, llegó a sentir muchos de ellos errando por los
caminos pedregosos del Temblador, barrio en pleno corazón del casco urbano, y
para acabar con ellos hizo construir una capilla en el sector e introdujo una
Cruz a la que le cantaba con su guitarra durante todo el mes de mayo.
Antes de la entronización del venerado
madero, decía que había en el sector quienes veían por la noche perros iridiscentes
saltando como chivos sobre las piedras cercanas a La Escalinata o antiguo
Campanario. Asimismo, Negros desnuditos con ojos grandotes y fosforescentes con
los cuales las madres metían miedo a sus hijas para que al salir no regresaran
tarde en la noche. Pero lo que más sobrecogía de temor a los humildes
habitantes de El Temblador era una sugestiva y airosa mujer que invitaba a su
alcoba a quien pasando junto a ella la cortejara. Luego de unos pasos largos y
seguidos, la misteriosa dama conocida como “La Llorona ,” se
desmaterializaba en un gemido agudo y penetrante capaz de enloquecer de pánico
al hombre más recio del barrio.
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