¿Guerrillas en el Esequibo?
Del periodista se ha dicho y escrito que es
lingüista, geopolítico, andarín, actor, sabelotodo, comodín. Perito en relaciones exteriores, experto en
la bolsa de valores. Conocedor de
economía y estadística, al tanto de la fisión y la balística. Bien, de él se dice y, se han dicho tantas
cosas que, al final ¿a quién le interesa si vive o si agoniza? Creo que ni a él mismo porque para ese sujeto
a quien también llaman, por bien o mal, reportero, corresponsal, cronista, foliculario,
gacetillero, panfletista, lo más
importante es, por sobre todas las cosas,
conseguir al instante la noticia.
Y
cuando se propone la consigue de verdad
y, al padecerla en la yema de los dedos, se aventura a publicarla con la emoción propia de quien
cree frotar en sus manos una primicia, pero a veces ocurre lo que a muchos, que
se frustran como en el caso del colega
Eduardo Santana Quevedo.
Eduardo
Santana era reportero de Radio Orinoco, emisora dirigida en tiempo de las
guerrillas por Juan Parra Tovar, quien lo mandó a buscar a su casa,
expresamente en un taxi, para
ponerlo al tanto de la noticia de
un suceso trascendente que se estaría gestando en el seno de un grupo
guerrillero llegado al Estado Bolívar.
“La noticia del año aquí en nuestras narices
y tú jugando ajedrez con Adelaida”, lo increpó el director de la emisora al
tiempo que lo enteraba de la inminencia de una invasión a la reclamada Zona del
Esquibo por parte de guerrilleros del Oriente.
Luego
le ordenó buscara el grabador y fuera de inmediato a la Plaza Bolívar ,
cuidándose de la competencia, donde lo esperaba el Comandante Pablo y su
ayudante Olga para el anuncio respectivo.
El
Comandante Pablo se había fugado de La
Pica días antes, de manera que al colega le cuadraba la
información, acentuada además por el hecho de que Parra Tovar, quien tenía fama
de tacaño, lo había mandado a buscar en taxi.
Armado de valor, grabador y micrófono, Santana
subió tres cuadras hasta la
Plaza Bolívar y vibró de emoción al ver a un hombre de gorra,
camisa verde oscura, botines, y una mujer, ambos muy juntos sentados en un
banco.
Inquieto
y nervioso, dio en torno a la pareja una y otra vuelta. La pareja se hizo la desentendida y no le
paró al comienzo, pero luego lo miró fijamente y se tornó recelosa, en el
momento preciso en que Santana,
micrófono en mano, se arriesgó y le
lanzó a la volandera la primera
pregunta:
-
Buenas tardes, mucho gusto, yo soy Santana, el reportero de Radio Orinoco ¿Para
cuándo entonces es la cosa?
El
tipo con su chama, sonrió ingenuamente y por quitarse al intruso o seguirle la
corriente, respondió:
-
Eso es hierro y hierro.
-
¿Qué día y a qué hora?
-
Al amanecer
-
¿Están bien armados, entonces?
-
Claro, con todos los hierros, y que lo confirme ella.
Santana
miró sonriente a la dama, le tendió la mano, y al sentir un tanto áspera la de
ella, imaginó lo agreste de la montaña y el manejo constante del fusil, pero,
bueno, no había tiempo que perder. Cortó la entrevista un tanto bloqueado por
la emoción y voló a lanzar con fanfarria la primicia del año.
El
Gobernador Carlos Eduardo Oxford Arias se afeitaba en la Barbería Madrid
cuando Santana, bajando casi a brincos la empinada calle Bolívar del Casco
Histórico, le hizo señas para que sintonizara la radio y escuchara la noticia
que minutos después, adobada por su imaginación, salía al aire sacudiendo a
toda la población.
Concluido
su trabajo, Santana volvió a subir, esta vez para compartir la primicia con el
diario El Bolivarense en la persona
de su director, Andrés Bello Bilancieri.
El Gobernador al verlo salió a la calle con pechera blanca y rostro
enjabonado:
-
Santana, ¿qué loqueras son esas?
-
Ningunas loqueras, doctor. Mañana usted
lo confirma o lo niega.
El director de El Bolivarense le pidió
redactara tres cuartillas para abrir a página completa y Santana escribió una
novela.
La
noche de ese día, Eduardo durmió en la
Radio para no perderse detalle de las posibles repercusiones
de su noticia. Se levantó más temprano
que nunca y a las seis de la mañana salió a comprar la prensa, pero su noticia
no apareció por ningún lado ¡Qué frustre!
A esa misma hora despertó a Bello Bilancieri y éste respondió: “Qué lavativa, Santana, mañana hablamos”
y trancó el teléfono. Todo había sido
una imperdonable broma, una más del
colega Enrique Aristeguieta, que Parra Tovar se tragó completa y de paso
embarcó a un veterano de fuste, ruedo y tablero, como Eduardo Santana Quevedo.
El Circo de Aguilera Ordaz
En tiempo de feria y a falta de módulo
policial, la PTJ
solía montar una tienda de campaña en el Mirador Angostura y un día, ya tarde de la noche y
con una mona, Gabriel Aguilera Ordaz, director de Radio Bolívar, prorrumpió en
la carpa, inquiriendo: “¿Este es el Circo de los Hermanos Razzore?” Y de adentro le respondió una voz
autoritaria: “No señor, esta es la
PTJ ”
-
¡Ah, la pendejota!
-
¡Mire, señor, respete, y siéntase preso ya!
Inmediatamente
lo sometieron y por un radiotransmisor
el policía de guardia enteró al comisario Cirilo Perdomo y éste alarmado
ordenó: “Suelten a ese hombre o, mejor,
métanlo en una patrulla y llévenlo a su casa, porque si no quién aguanta mañana
a esa fanfarria!!!
Guillermo Segundo (Soto)
Al periodista Guillermo Segundo Croes,
corresponsal de El Universal y jefe de Prensa del Ejecutivo, le tocó cubrir una
visita del Gobernador a Upata en aquellos días en que la prensa nacional y
local hablaba frecuentemente del pintor
Jesús Soto, del arte cinético y la donación de su pinacoteca parisina para la
creación de un Museo de Arte Moderno en Ciudad Bolívar. Soto aparecía fotografiado en la prensa
con melena y bigotes semejante al
periodista Croes, de manera que la confusión para muchos fue evidente y se puso
de manifiesto cuando durante las caminatas del Gobernador por las calles del
Yocoima, los upatenses abordaban a su jefe de prensa con inusual
curiosidad, le sonreían admirados y le pedían le firmara o hiciera rayas en
cualquier papelito.
El Maestro Prieto
El Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa en
plena tribuna accedió a una rueda de prensa con los periodistas, antes de
clausurar el mitin programado para clausurar la campaña electoral del MEP en el
propio Aeropuerto de Ciudad Bolívar.
Todo parecía bien hasta que el periodista Víctor Mendoza Yajure se
alarmó al constatar que su grabadora le había fallado. “No grabó, Maestro, ¿podría usted, por
favor, repetirme lo que dijo durante la rueda de prensa?” El Maestro casi le da un manotazo, pero
prefirió contar hasta diez y lo despachó con esta frase: “Si el grabador no sirve, pare la
oreja, cajaro!” (El cajaro es un
bagre del Orinoco).
Otra del Guaro Mendoza
El guaro Víctor Mendoza servía de corresponsal al Diario de Oriente de Puerto La Cruz cuando mandó a Pablo
Thomas, reportero gráfico antes de licenciarse en comunicación social, a cubrir
la fiesta de los toros en la
Manga de Coleo de Soledad que por cierto lleva el nombre del
periodista José Antonio Fernández. Al
siguiente día, Thomas llevó las gráficas a Mendoza que, por lo visto, sabía mucho de doma y muy poco de coleo, pues
disgustado rechazó las fotos porque los toros se veían en el suelo, desmayados
y con el rabo torcido.
Blasco y Ney al desnudo
Los reporteros gráficos José Luis
Blasco, Armando Ney y Anita Marchese,
fueron los primeros en llegar a la Gran Sabana para cubrir el trágico accidente de
un avión DC-3 de Aeropostal fletado por turistas del centro del país. Pero
debieron caminar un trecho largo hasta el lugar del siniestro y antes atravesar
desnudos una laguna para mantener la ropa seca.
La única que resistió a desvestirse fue Anita por lo que no le quedó más
alternativa que arriesgar sus prendas de manufactura italiana y atravesar la
laguna con las manos bien pegadas en la cara, pero inesperadamente cayó en un
hoyo y tuvo que ver lo que no quería ver.
Naranjo se quedó sin chamba
En diciembre de 1973 cuando Nicaragua fue
trágicamente sacudida por un terremoto, Gustavo Naranjo júnior dirigía El Bolivarense y él, siempre fogoso y por
el prurito de tubear a la competencia era capaz de llegar hasta Pequín. Pero esa vez sólo fue hasta Centro
América. Aprovechó una flotilla francesa
que hizo escala en el Aeropuerto Tomás de Heres de Ciudad Bolívar antes de
continuar rumbo a Nicaragua. Se las
ingenió como pudo y logró pasaje en una de las unidades. Era un 24 de diciembre, sin equipaje y con sólo
una cámara fotográfica, llegó a Nicaragua y permaneció allí hasta el 31 que
pudo de retorno conseguir una cola.
Cuando se presentó en los talleres de El Bolivarense donde desde hacía una semana lo esperaban
intranquilos pues había prácticamente
abandonado el periódico sin decir nada a nadie, dijo: “Pónganse alegres muchachos, porque
aquí traigo material para tubear durante varios días a la competencia”,
pero al oírlo, el doctor Álvaro Natera, salió impetuoso de su oficina
levantando la voz: “Tú sabes como es la cosa, Naranjo, el tubazo te lo voy a dar yo. ¡Estás despedido!
Pregunta más que Pedro
Estada
Entre 1956 y 57 cuando circuló el diario La Calle , dirigido por don Luis García Cartaya,
amigo del Presidente Marcos Pérez Jiménez, el colega Gustavo Naranjo era su
periodista estrella para cubrir la fuente de Miraflores.
Los periodistas cotidianamente
esperaban, a raya en cierto punto del Palacio, la salida del Presidente para
caerle a preguntas, pero Naranjo casi no le daba chance a sus colegas y como
una metralla largaba sus ráfagas a un Presidente tan parco con la prensa como
el gordo de Michelena. Un día Naranjo
hizo tantas preguntas que el general Marcos Pérez Jiménez llamó al director de La Calle y le dijo: “Caramba,
amigo García, ese reportero tuyo pregunta más que Pedro Estrada”. A Naranjo, por supuesto, le cambiaron la
fuente.
Al suelo que mugió la vaca
Cuando se corrió la noticia de que William
Frank Niehous había sido visto en el hato Dividive, tras varios años de
secuestro por grupos guerrilleros, los periodistas Marcos Dinelli, Roberto
Rojas, Armando Ney y Rafael Gámez
Martínez (Ragan), se fueron tras las compañías de la V División de
Infantería de Selva como improvisados reporteros de guerra.
Cada vez que entraba una compañía a sitio boscoso y de
peligro, disparaba una sonora ráfaga de metralla y los periodistas con los
nervios en punta se tiraban al suelo.
Estaban tan traumados que después de un largo silencio en horas de la
tarde se oyó el mugido sostenido de una vaca y los muchachos asustados se
lanzaron contra el suelo.
Alacayo y su caña de pescar
Santiago Alacayo, un periodista agudo y de
hablar pausado que se firmaba con el seudónimo “Don Plinio” estaba
mejor dotado que Armando Buendía, según las amigas vecinas de la Vuelta del Cacho del barrio
La Sabanita
donde vivía, y ello lo constató el
reportero gráfico, Roberto Rojas, el día que entró al sanitario de una
Cervecería y vio un hombre semi-calvo, con lentes negros, que orinaba en la poceta. ¡Caramba, si es Don Plinio! exclamó y le
preguntó ¿Y eso que es, amigo, una caña
de pescar?
¡Atención, firme!
Ismael Morales Pérez, periodista y
caricaturista de mucha chispa, se desplazaba en su camioneta ranchera, muy
despacio por la calle Bolívar del Casco Histórico cuando un loco que tiene la
manía de creerse soldado del Batallón Urdaneta, se le acercó agresivo con un palo, pero Morales
que bien lo conocía no perdió la compostura y entre chusco y susto lo enfrentó:
-¿Usted es militar?
- Sí.
- Entonces ¡Atención... firme! ¡Media... vuelta!...
¡Marche!
Y el loco obedeció como un
soldado a la voz de firme, dio la media
vuelta y se puso en marcha por el medio de la calle.
Sin
Perro y sin nevera
El reportero gráfico, Víctor Bayola Díaz, hostigado por los
malandros de su barrio que le dejaban la nevera vacía cada vez que de su casa
se ausentaba, decidió comprar un perro que le ofrecieron y que se hizo “bravo”
de tanto alimentarlo con ají y papelón.
Cada vez que
salía, Bayola encadenaba el perro muy cerca de la nevera, pero sucedió que un
mal día cuando regresó tras rociar el hastío con cerveza del bar-restaurant
“My-Hay-Hy”, casi desmaya de la sorpresa: no
estaban el perro ni la nevera.
Bayola que hasta
entonces se había abstenido de llevar el asunto a conocimiento de la policía,
acudió a ella para denunciar el reiterado agravio y cuando se hallaba dando las
características del can ante el agente de guardia éste le preguntó:
- ¿Cómo dice,
usted, que es el perro?
- Negro,
totalmente negro como una pantera, ojos color del azabache, orejas caídas, de
nombre “Guardián” y con un tic en el ojo izquierdo.
- ¡Caramba! - explotó el agente- ese es mi
perro. Usted como que se me queda...!
Gladys Figarella, periodista de gran temple
Gladys Figarella y yo editamos en 1965 la Revista
Orinoco y con su producto ella se fue a la UCV a estudiar periodismo y
Derecho. Juntos, el 4 de septiembre de 1966, con Nino Marchese y Vinicio Romero,
íbamos a cubrir la inauguración por el
Presidente Leoni de la Escuela Granja de El Callao, pero fue imposible porque
la avioneta pilotada por Hugo Siverio Ramos aterrizó de emergencia en plena selva tras
estallarle un cilindro. Recuerdo a Gladys,
quien iba adelante, decirle al Piloto “Haga sus cosas bien, dejé los nervios”. Ya antes había demostrado su temple la colega
cuando caminó al lado de Leopoldo Sucre Figarella una red protectora tendida a más
de cien metros de altura entre las torre del Puente Angostura en construcción. En esa ocasión ningún periodista se atrevió. Sólo ella con su gran temple de mujer.
Periodista Lira Puerta y su amor por las mayores
El periodista Luis Lira Puerta sentía atracción y se
había empatado con una féminas de la
tercera edad, Una noche, luego de
cerrada la edición de El Bolivarense, del cual
era Director, se fue de farra con Américo Fernández, Misael Briceño y
Ricardo Maya, pero Lira se pasó de copas y cuando lo llevamos a su casa, la
Señora con quien vivía le tiró la puerta en la cara cuando el terrible Ricardo
Maya le dijo “Señora, aquí le traigo a su hijo”.
José Luis Mendoza y el Periodista Tacaño
José Luis Mendoza, siendo Corresponsal de El Nacional
en Ciudad Bolívar, aprovecho que su compadre Absalón Bracho, corresponsal del
mismo periódico en Maracaibo, estaba de
vacaciones para invitarlo a conocer el Orinoco como él quería. Efectivamente, lo invitó y como Absalón tenía
en el gremio fama de tacaño, José Luis le dijo que para que no pagara tanto lo
llevaría al Restaurant más barato de la capital guayanesa que no era otro que
el “Restaurant de Remigio” en la calle Piar, a donde iba el periodista Oswaldo
Compiani a ocultar con buena presa su condición de Vegetariano comprometió con
la Gran Fraternidad Universal Serge
Raynaud de la Ferrière
La Biblia en un Cuartilla
Omar Pérez, le decía “compañerito” a todo el mundo y siendo
Jefe de Corresponsales de El Nacional me aconsejó no extenderme tanto en las
informaciones. “Hasta la Biblia es resumible en
una cuartilla”, me dijo y bastó para “no hinchar más el perro” que me
meneó la cola cuando el psiquiatra Francisco
Herrera Luque, luego de una conferencia de dos horas en la Escuela de Medicina
de la UDO que resumí para El Nacional en un cuarto de página me mandó con el
doctor Camilo Perfetti una carta de agradecimiento
elogiando mi capacidad de síntesis.
El periodista Pablo Carreño
El periodista Pablo Carreño Idrogo, reportero de El
Universal, se pasó toda su vida profesional anotando las anécdota de sus colegas
para publicar como lo hizo un libro que tituló “Gotas de humor” en el cual me menciona como asiduo visitante
de la casa de “Corita”, quien era Presidenta del Hipódromo y tenía a la entrada
de su vivienda un cartel que aconsejaba
a los ladrones llevarse todo, menos el cofre con las joyas porque esta eran de
pura fantasía.
El periodista Embajador
Al periodista Gustavo Herrera Bolívar solían llamarlo
“El Embajador” pero nunca reveló por qué.
Cuando Álvaro Natera lo contrató en Caracas como director de El Bolivarense, me tocó presentarlo en círculos gremiales y
sociales para que lo conocieran y en animada tertulia festiva una linda muchacha
quiso hacerle una broma dada su
condición física de piel muy pigmentada
y le pregunto si es posible el contagio de la negrura y Gustavo muy sonriente le respondió afirmativamente: “Sí, amiga. Eso es posible cuando dos cuerpo se juntan” y la sacó a bailar muy pegaditos.
El decano de los Periodistas se quedó Solito
Ente los años cincuenta y sesenta una canción sonaba en las cuerdas de las guitarras de los serenateros. Era una canción de lamento por un amor mal correspondido: “Solito he de llorar / Solito he de sufrir/ Solito he de quedar / Pobre de mi”. La canción con aire de malquerencia calaba en el alma juvenil de César Decán Díaz por las calles maltrechas ¡qué paradoja! de la ciudad del oro, El Callao, que comenzaba a padecer la enervación económica dela MOCCA. Estaba dirigida esa poesía sentimental a la mujer entonces más interesante del distrito minero de El Callao: Carmen Delgado Mannoni (La China Mannoni ) “China” por sus facciones un tanto asiáticas y “Mannoni” por su genética corsa mediterránea. Los calloenses que como los orientales, son ingeniosos en eso de pegar cognomentos, le colgaron a César el de “Solito” y como tal se quedó toda la vida al igual que ´China” aquella maestra inquieta de edad indescifrable.
El Vendedor de Tribuna Popular
Chemelo un apasionado del periodismo
El Periodismo Impecable
Ente los años cincuenta y sesenta una canción sonaba en las cuerdas de las guitarras de los serenateros. Era una canción de lamento por un amor mal correspondido: “Solito he de llorar / Solito he de sufrir/ Solito he de quedar / Pobre de mi”. La canción con aire de malquerencia calaba en el alma juvenil de César Decán Díaz por las calles maltrechas ¡qué paradoja! de la ciudad del oro, El Callao, que comenzaba a padecer la enervación económica de
El Vendedor de Tribuna Popular
El vendedor estrella de Tribuna Popular era un muchacha muy avispado de la Juventud del Partido Comunista llamado como el sobrino político del Libertador, es decir, José Laurencio Silva. Muchas veces lo vi pregonando con voz larga y sonora por las subidas y bajadas del Casco Histórico, pero cual no sería mi sorpresa cuando un día lo tropecé con un grabador haciendo entrevistas y todos los reporteros de los años 60 lo veían con cierto recelo y para evitarlo ingresó a la UCV y se licenció y hasta quiso ser pedagogo, no obstante los bolivarenses sólo los distinguen por su peculiar frase radial: "Notició para ustedes, José Laurencio Silva".
Chemelo un apasionado del periodismo
J. M. Guzmán Gómez (Chemelo) verdaderamente era un apasionado del periodismo, tanto que llegó a un fundar primero un semnario "El Redactor"· y luego el vigente diario "El Expreso". Un buen día llegaba la Primera Dama Alicia Pietri de Caldera a Ciudad Bolívar y el único reportero disponible era José Laurencio Silva, pero los fotógrafos Ricardo Maya y Roberto Rojas no estaban ni nada que aparecían. Pues bien, Chemelo, se arremangó las mangas de la camisa, tomó la Cámara y ese día le sirvió de fotógrafo a uno de sus reportero que todavía sobrevive a las vicisitudes del periódico.
Periodistas sin vocación
Héctor Mujica, director que fue de la Escuela de Comunicación Socal de la UCV, me conversó en cierta ocasión, que se había dado cuenta que estudiantes fracasados en otras carreras solían aterrizar en la Escuela de comunicación creyendo que era lo más fácil y expedito. Grave equivocación porque luego de graduado caían en una realidad frustrante y para no perderlo todo ejercían de profesor en algún liceo.
El Periodismo Impecable
Leopoldo Pérez Chaurán mientras vivió en Guayana fue considerado “un periodista impecable”. Admirado por su perfeccionismo, tuvo a su cargo la elaboración y dirección de la Revista Edelca, que registró la publicación de más de cien (100) números, con un tiraje promedio de 6.000 ejemplares, habiendo sido acreedora al Premio Nacional de Periodismo, Mención Publicación Institucional (1990), a la vez que el Premio Municipal de Periodismo “Lucas Manzano” (1993) y Premio Regional de Periodismo “Andrés Roderick” (1997).
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