Lo
del caballo de tres patas era más trágico porque quien intentara verlo luego de
sentirlo galopar a la media noche, seguro que sucumbía al pánico pasando a
mejor vida. Era lo que le contaba su padre Zenón Ortiz, quien suponía al animal
dotado de tres patas porque eran tres los golpes de cascos que se sentían seguidos
de un silencio entre pisadas. Media hora después, un ruido estrepitoso de
cadenas arrastradas llenaba de terror el ambiente.
Era la época de la ciudad alumbrada con
faroles y de ese tiempo es también el relato del carpintero Pedro Alcaraván,
amante furtivo de la mujer de un oficial de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Alcaraván fue misteriosamente prevenido y salvado de la muerte a lanza limpia
que con premeditación y alevosía le tenía preparada el oficial.
Cuando en noche avanzada, Alcaraván se dirigía
a la cita en la creencia de que el oficial se hallaba en comisión, se encontró
con dos hombres que cargaban en eslinga dentro de un chinchorro a un paciente
envuelto en sábanas blancas. Preguntó de quién se trataba y los cargadores
respondieron: “Pedro Alcaraván que está
muy enfermo”. Sin darle mayor importancia a la confusa respuesta, continuó
su camino y ya próximo a la casa de la cita de la casada infiel, se reencontró
con la misma escena y preguntando de nuevo le respondieron: “Pedro Alcaraván que se está muriendo”. Muerto
de susto desistió de su aventura y al siguiente día se enteró por mensaje de la
propia amante, que el militar sospechando lo aguardaba lanza en ristre tras la
puerta.
Héctor Roldán, el famoso “Doble Feo” de la calle Las Mercedes,
oyó muchas veces a su madre ese cuento del caballo de tres patas y de lo
sucedido al carpintero Alcaraván. A él mismo le ocurrió algo parecido pasando
de noche por un Tamarindo contiguo al muro Oeste del Cementerio de la Plaza Centurión
donde asegura haber visto un espectro tan informe que lo desvaneció del susto y
sólo supo de él al otro día gracias al auxilio a tiempo de un vecino llamado
Martín Pérez.
En torno a ese Tamarindo que hasta hace
poco se veía seco y ruinoso, existen otras leyendas de duendes y fantasmas.
Los duendes y fantasmas no sólo se veían
en los parajes oscuros y solitarios de la ciudad sino en vetustas casas
solariegas del casco angostureño. En una de ellas, ahora depósito del diario “EL Bolivarense”, su cuidador el extinto
Julio Saramacual, solía ver con luz de luna de cuarto menguante un chivo negro
con barba rizada y cornamenta de fuego que berrocheaba durante un minuto y
luego desaparecía al ver una Boa o algo parecido que luego de arrastrarse por
el patio desaparecía por la boca de una cloaca.
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ResponderEliminarno
ResponderEliminarNecesito historia completa gracias
ResponderEliminarSopa
ResponderEliminarSopa
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